El Guernica según Santiago Sebastian VII. Análisis iconográfico IV. Los horrores de la guerra según Rubens



Anthony Blunt indicó el camino para el Guernica siguiendo la matanza de los inocentes, pero la iconografía cristiana casi no existe en Picasso, que se inspiraba más en la iconografía profana, teniendo como referentes tan antiguos sobre la violencia ejemplos como los Arqueros de Tassili, pintura rupestre neolítica encontrada en una meseta del Sahara datada en el IV milenio A.C., o el relieve de la batalla de Ramses II en Abu Simbel, del II milenio A.C.

La inspiración la buscó en un cuadro alegórico de contenido bélico, con la guerra como símbolo de los instintos de naturaleza animal del hombre, capaz de llevarlo a su destrucción y a la subversión del orden social, perjudicando la más noble creación humana: el arte, la belleza.

Picasso era un pintor reflexivo que llevaba varios meses sin concretar nada sobre la invitación recibida para el Pabellón Español. Pese al exilio, sentía la tragedia de la lucha fraticida, la violencia y la barbarie de la guerra, lo que lo llevaba a un tratamiento alegórico que pudiera considerarse de carácter universal. Así, respetuoso con la Historia y la Tradición estética, se fijo en cuadros de tema de lucha y, sobre todo, en uno: Los Horrores de la Guerra, de Pedro Pablo Rubens, en la Galería Pitti de Florencia, que el malagueño debía conocer personalmente o por reproducciones en libros y publicaciones. Este es el cuadro para la lectura y comprensión del Guernica.

El pintor de Amberes, el mayor genio de la pintura europea del XVII, realizó el cuadro más representativo de la Guerra de los Treinta Años, el mayor conflicto bélico de su época tanto por extensión geográfica (de Suecia a España) como por duración cronológica (1618-1648), que empezó como una confrontación dentro del imperio germánico y pronto se convirtió en una guerra general entre todas las potencias europeas. También empezó como una lucha entre católicos y protestantes, pero acabo como un enfrentamiento de dos concepciones diferentes del hombre, de la vida y del mundo, independientemente del credo religioso.

Tras dos décadas de lucha, Rubens realizó una obra antológica sobre Los Horrores de la Guerra, encargo del gran duque Fernando II de Toscana, realizada en los últimos años de su vida, en 1638 o 1640, según autores. Aunque era católico, no representó un hecho concreto de acción bélica de su bando o de su rey (fue embajador del rey de España), sino que hizo “una alegoría de las oscuras fuerzas destructivas que la guerra desencadena en el hombre y de las angustias y sufrimientos que abruman a sus victimas” (1)



Rubens aprovechó su formación clásica y el conocimiento de la mitología para crear la alegoría de Los horrores de la guerra. Recurre a la representación personificada de conceptos mediante imágenes que durante el Renacimiento y el Barroco tuvieron su fuente inagotable en la mitología clásica. Si bien el tema estaba codificado, no era difícil su lectura y aparece explicado por el propio autor en una carta a su amigo Justus Sustermann, residente en Florencia, a quien permite que retoque el cuadro si llegare deteriorado por causa del transporte: “La figura principal es Marte, que acaba de abrirla puerta del templo de Jano (la cual, de acuerdo con la costumbre romana, permanecía cerrada en tiempo de paz) y sale precipitadamente con un escudo y una espada ensangrentada, amenazando a la gente con grandes desastres. Presta poca atención a Venus (la diosa del amor), que, acompañada de unos cupidos, trata de retenerle con caricias y abrazos. Por el lado opuesto le arrastra la furia Alekto, que lleva una antorcha en la mano. En un lugar cercano hay dos seres monstruosos que personifican a la Peste y al Hambre, compañeras inseparables de la guerra. En el suelo, de espaldas, aparece una mujer con un laúd roto: es la representación de la Armonía, incompatible con la disonancia de la guerra. Una madre con un niño en brazos indica que con la guerra, que todo lo corrompe y destruye, han quedado frustradas la fecundidad, la procreación y la caridad. Vemos, además, a un arquitecto caído de espaldas, con sus instrumentos en la mano, para demostrarnos que la paz coadyuva al crecimiento y embellecimiento de las ciudades, mientras que la fuerza de las armas las destruye y las reduce a ruinas. Si no recuerdo mal, creo que en el suelo, bajo los pies de Marte, encontramos un libro y un papel de dibujo, que indican que el dios de la guerra pisotea las artes y las letras. Debe de haber también un haz de dardos y flechas con el lazo (símbolo de la concordia) deshecho. Junto a ellos están el caduceo y una rama de olivo, atributos de la paz, que también han sido despreciados. La afligida mujer vestida, con el velo rasgado y desprovista de joyas u otros adornos, es la infeliz Europa, que desde hace ya tanto años esta sufriendo saqueos, ultrajes y desgracias”. (2)

1-     Otto Von Simson
2-     J. Burchkardt, Recollections of Rubens, Londres, 1950


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