La navidad VII: La anunciación a los pastores

La Anunciación a los pastores en la Colegiata de San Isidoro de León



“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presento el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. En ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal; encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejercito celestial que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”. 

Lucas 2, 8-14




El hecho de que el mensaje se diera en primer lugar a los pastores, a gente humilde, con fama de pecadores, parece reflejar las palabras de la Virgen María en el Magnificat: “Quitó de los tronos a los poderosos y exalto a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos envió vacíos” (Lucas y, 52-53). La condición de judíos de los pastores contrasta con la condición de gentiles de los tres magos, que en la tradición cristiana posterior se identifica con los tres continentes o las tres razas, siendo la primera declaración de la universalidad del mensaje cristiano a todos los pueblos del mundo.

En origen solo se representaba como parte de la escena de la Natividad, pero en el siglo IX se convirtió en tema independiente. La convención bizantina, como aún hace la iglesia ortodoxa, es mostrar la escena como paisaje de cierre del momento del Nacimiento, normalmente a la derecha, mientras los Reyes Magos se aproximan por la izquierda. Los paisajes varían, aunque suelen incluir colinas o montañas escarpadas, resaltando su posición más elevada sobre la escena del Nacimiento. El número de pastores es variable, aunque en la pintura occidental suelen aparecer tres. Se suelen incluir ovejas u otros animales de pastoreo, caso de uno o varios perros. Como escena nocturna permite utilizar recursos de luz y la aparición de los ángeles es aprovechada para rompimientos de gloria. En el Renacimiento los pastores tocan instrumentos musicales, tema con orígenes en las escenas mitológicas de Orfeo

El conjunto de las pinturas del panteón real de San Isidoro de León, cuya Anunciación a los pastores encabeza el articulo, está pintado al fresco, con temple sobre estuco blanco, con escenas relacionadas con el nacimiento de Jesús, la Pasión y el Apocalipsis. La escena de la Anunciación está formada por tres pastores, uno tocando el cuerno, otro tocando el caramillo y un tercero dando de beber a un mastín. Cabras y cerdos forman el rebaño. Un ángel estilizado y nimbado trae la nueva de que ha nacido Jesús, indicando con su gesto donde se ha producido el hecho. Árboles en flor nos indican que están en el monte. Predominan los colores marrones, ocres, amarillos y rojizos. La escena se adapta al marco de la bóveda, de modo que algunas figuras aparecen cabeza abajo, dando sensación de irrealidad. Las figuras aparecen en un plano único, siendo los árboles y ramas, esquemáticos, los que permiten localizar la escena. De gran calidad, se relaciona con la iluminación de códices y biblias, con predominio de la línea para definir formas y figuras, colores planos, esquematización de la composición, ausencia de perspectiva e inexpresividad de las figuras, según un sentido religioso con clara finalidad didáctica, pasando la estética a un segundo plano para una mayor claridad narrativa. Pese a todo, hay una observación de la realidad en el mastín bebiendo el agua ofrecida por el pastor, las dos cabras enfrentadas o los cerdos comiendo bellotas. La leyenda “Angelus a pastores” ayuda a interpretar la escena.


Las muy ricas horas del Duque de Berry (1410)

Las muy ricas horas del Duque de Berry (1410) es un manuscrito iluminado, escrito a mano y completado con letras capitales, bordes y miniaturas. Consta de 206 páginas que incluyen 131 miniaturas. Es una de las mejores representaciones de la pintura gótica internacional, pese a su pequeño tamaño, 294x210 mm cada hoja. Costó casi un siglo su realización, en tres campañas diferentes, dirigidas por los hermanos Limbourg, grandes miniaturistas que utilizaban pinceles finísimos de pelo de marta y pigmentos raros y costosos. Actualmente se conserva en el Museo Condé de Chantilly, Francia. La miniatura de la Anunciación a los pastores presenta dos espacios claramente definidos: el terrenal y el celestial. El terrenal muestra dos grupos, separados sutilmente por una diagonal que sigue la mayor parte de las ovejas, en su mayoría blancas, un perro negro con manchas blancas y tres pastores que miran y señalan hacia el cielo; al otro lado de la diagonal hay una especie de pico con una fuente de piedra trabajada, de la que mana agua de la que bebe parte del rebaño; tras la montaña se ve a dos pastores más, uno de ellos vestido como si fuera un monje y otro, vestido con capucha azul, que señala hacia la ciudad o palacio gótico que se ve detrás; también se ve algún que otro árbol sin hojas, con troncos sinuosos, así como campos cultivados en la lejanía. El cielo es bellamente azul, aunque indica que es de noche. En la parte celestial se ve tres grupos de ángeles, en los laterales, en grupos de dos, músicos con instrumentos de cuerda y viento, en el centro un grupo de cinco que cantan o leen la buena nueva del nacimiento de Jesús. En la parte terrenal predominan los ocres con algún toque de azul en los ropajes de los pastores, mientras en la parte celestial hay rojos, verdes y amarillos. El uso del azul es especialmente interesante, ya que se sacaba de una piedra semipreciosa: el lapislázuli. En definitiva, una obra de una enorme belleza que sumaba el valor añadido de lo costoso de sus colores.

Anunciación a los pstores, Rembrandt

Rembrandt realizó esta obra en 1634, como atestigua su firma y fecha en la parte inferior derecha, a partir del segundo estado. Es un aguafuerte hecho a punta seca y buril, con un tamaño de 262 x 218 mm. En el primer estado están dibujados ligeramente todos los elementos de la composición y muy trabajada la franja central, que separa la Gloria de los pastores. En el segundo, la plancha está casi totalmente terminada. En el tercero y definitivo oscurece las ramas altas del árbol muerto, la figura que hay debajo, las dos vacas que corren a la derecha y las alas del ángel, para que la luz de la Gloria brille más y la relación entre esta y el grupo de pastores sea más directa. Rembrandt ha situado el pasaje bíblico en un impresionante enclave nocturno en el que la luz celestial ilumina con un potente foco a los pastores y sus rebaños, que huyen despavoridos ante la aparición. La composición es grandiosa debido a la pequeña escala de los hombres y los animales respecto a la naturaleza. La escena se desarrolla en un claro del bosque, a orillas de un río atravesado por un puente de dos ojos; en la otra orilla, en lo alto de un monte, se adivina una fortaleza que resplandece iluminada por la parte baja de la nube sobre la que se aparece el ángel. Este levanta una mano en un gesto semejante al de los emperadores romanos arengando al pueblo, mientras baja la otra para tranquilizar a los pastores. Por encima de él revolotean en distintas direcciones los angelitos que rodean al Espíritu Santo, del que emana toda la luz, formando una orla de rayos brillantes. En la tierra, los lomos de los animales parecen ondular mientras corren en desorden. El artista trabajo mucho la plancha para conseguir los dramáticos efectos de claroscuro, que van desde el blanco brillante de la Gloria al negro absoluto del fondo del bosque; es su primera estampa “nocturna”, en la que combina las técnicas del aguafuerte, buril y punta seca, logrando crear superficies de un negro aterciopelado semejantes a las obtenidas con la técnica de la mezzo-tinta, que el autor conocía pero no utilizó. Primero grabó al aguafuerte toda la composición, utilizando la punta sobre el barniz como si estuviera dibujando un apunte rápido con un lápiz sobre el papel, aunque, lógicamente, sin la misma precisión. A continuación, con un entramado de líneas finísimas y muy próxima, cruzadas en todas direcciones para que retengan mucha tinta, trabaja las zonas de la franja central que iban a ser más oscuras. Una vez lograda esta parte gracias a la mordida del acido sobre la plancha, con las líneas del buril, más o menos finas, va grabando los diferentes tonos de claroscuro, que subraya en algunos detalles con la punta seca. Lo más asombroso de la estampa es la luz. Rembrandt ha estudiado el efecto de la que proyecta la Gloria sobre cada animal, cada planta y cada persona. La espantada de los animales es una explosión de movimiento, logrando una imagen espectacular en la que ha conseguido unos efectos totalmente pictóricos, ampliable para adaptarla a un cuadro de gran formato. Se ha planteado que el autor pintara el cuadro correspondiente, hoy desaparecido, como hizo con las estampas de El descendimiento de la Cruz (1633) o la de Jesús ante Pilatos 81635-36), basándose más en las filigranas del papel de la edición que en el propio grabado
















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