El Guernica según Santiago Sebastian IX. Interpretación iconologica.




En la fase iconológica se trata de captar el significado intrínseco de la obra, el último y esencial en cuanto que comporta valores “simbólicos”. Se puede llegar a este grado de interpretación a través de la intuición sintética, que es la familiaridad con las tendencias esenciales de la mente humana sin más condicionamiento que la psicología personal. Es una fase muy importante por permitirnos ver los símbolos como síntomas culturales y como bajo condiciones históricas diferentes, tendencias esenciales de la mente humana fueron expresadas por temas y conceptos específicos.

En el cuadro-clave de Rubens, que Picasso estudio, hay una psicomaquia o lucha entre el principio generador del bien (amor y amistad) y el del mal (odio, discordia), personificados por los dioses Ares-Marte y Afrodita-Venus, que cuando Vivian en paz engendraban armonía, pero al estallar la guerra, reina y soberana de todo, la armonía caía al suelo como un laúd roto, ocasionando la muerte del artista, representado por el arquitecto derribado.

Picasso, a la hora de establecer esas tendencias universales, va más lejos que Rubens al separarse de la alegoría codificada sobre la guerra como destructora del arte. Picasso da a su obra un sentido cósmico, y como tal la clave se encuentra en Helios, representado en la parte superior de la composición con una bombilla con tulipa radiada. Helios es el centro simbólico del universo sacralizado, en cuyo ámbito Picasso desarrolla una historia de su personal interpretación de la mitología acerca de la inmortalidad del arte y de la belleza.

En 1945 Picasso dijo: “el mural de Guernica es simbólico… alegórico. Esta es la razón por la que he usado el caballo, el toro, etc. El mural es la definida expresión y solución de un problema y por esto use el simbolismo”.

En la mitología vedica Indra fue comparado constantemente con el toro, y la replica irania de tal divinidad fue Verethragana, que se apareció a Zarathustra bajo las formas animales de toro y de caballo, símbolos del espíritu viril y combativo, de los poderes elementales de la sangre. El toro fue pronto una divinidad atmosférica y su bramido asimilado no solo al huracán y al trueno, sino visto como una epifanía de la fuerza fecundante, de ahí que en el antiguo oriente junto a la imagen del toro aparezca la de la diosa Madre. Lo que se valora del toro es la función genésica, su capacidad de unión con la Gran Diosa para propiciar la fertilidad agraria. El toro aparece en la versión picasiana asimilado a Helios y esposo de la Gran Madre, lo que esta de acuerdo con la articulación del Sol en el mundo ctonico-mágico-sexual cretense.

Formando pareja con el toro esta la cabeza femenina que adelanta un quinqué. Por la lectura iconográfica sabemos que se trata de Venus, diosa de la Belleza y del Amor en el contexto rubeniano. En la lectura iconológica cumple la función de la Gran Madre, que al unirse al daimón taurino hará posible la creación gracias a la fuerza genésica de este.

La conjunción de los principios masculino y femenino tiene un acento dramático, en medio del caos causado por la discordia y el odio señaladas por el artista muerto, la maternidad y la figura de los brazos levantados; ante esta perversión del orden cósmico, la mujer dispuesta en diagonal, evocación de las Furias, increpa a Helios para que restaure la Justicia.

El conjunto esta dominado por el mal, principio al que los pitagóricos dieron el nombre de lo “indefinido” y de lo “tenebroso”, lo que explica la oscuridad y la falta de color dominantes.

Lo novedoso de la iconografía de esta Venus picasiana es el que aparezca presentando con decisión un quinqué. En el Renacimiento se la representaba en el contexto nupcial llevando una antorcha en la mano, de modo que Picasso respeta una tradición iconográfica.

La guerra ha engendrado la destrucción de la Humanidad y lo más grave no es la destrucción del orden cósmico, sino la destrucción de la Belleza, a la que se alude a través de Venus. Ella presenta una luz para manifestar que sobre el caos humano esta la perennidad del arte, de la Belleza, como orden estético superior preservado por los dioses. La luz de Venus da brillo y fulgor, dos de las características de la definición tradicional de la Belleza y que remiten al símbolo de la luz-divinidad, emanada por Helios, ente solar por excelencia.


El sacrificio del caballo, animal funerario y psicopompo, es parte importante en los mitos de ascensión y de paso de nivel, facilitando el éxtasis o viaje místico, que no tiene que ser necesariamente con rumbo infernal, lleva al difunto al más allá, lo pasa de este a otros mundo, significando que el Arte no muere, que es un valor eterno y tras el caos pervive como señala el ave misteriosa que sale de la atroz herida del caballo.

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