Guardianes de la galaxia. Volumen II



Guardianes de la galaxia es una de las sagas cinematográficas más atípicas de Marvel. No se trata de superhéroes propiamente dichos, sino de seres marginales convertidos puntualmente en héroes, aunque la mayor parte del tiempo parecen más delincuentes que defensores de la ley o la libertad. El aire gamberro de los personajes los hace simpáticos y divertidos.

Los personajes fueron presentados, cinematográficamente, en 2014 en una de las películas con las que más me he divertido los últimos años, con elementos que me recordaron un poco lo mejor de la space opera, buenos diálogos, algún personaje que se toma lo que se le dice literalmente y alguien que utiliza una sola frase, con alguna variación, para decirlo todo y al que, quienes lo conocen bien, entienden todo lo que quiere decir. Si el transcurso de la primera película fue divertido, el final es emocionante como el que más, con sacrificios personales y recompensas no buscadas.

La continuación es digna sucesora del primer episodio, con más de lo mismo, pero muy diferente, con mayor desarrollo de los personajes, con mayor explicación de los orígenes de cada uno, con reencuentros y redenciones. A destacar a un bebe Groot que es a la vez divertido e ingenuo.

El film empieza con los Guardianes juntos, pero pronto las circunstancias hacen que se dividan en dos grupos: por una parte Quill recibe la visita de su padre, Ego, un Celestial, al que desconocía, de modo que él, Gamora y Drax parten a conocer el planeta en que este reside. Por otro, Mapache y Groot se quedan a reparar la nave de Star Lord, averiada, a la vez que vigilan a una Nébula cautiva.



La línea de guión del padre de Quill es la más lenta, mientras que la más amena es la de Mapache y Groot, con aventuras con los saqueadores y su líder, Yondu, con motín incluido. Ambas historias son narradas simultáneamente y se encaminan al épico y espectacular final, con los Guardianes reunidos y ampliados.



Como en el primer episodio, la banda sonora es en su mayor parte música pop-rock de los años 60, 70 y 80, la que rodeo al líder del grupo en su infancia y que le fue legada por su madre en forma de cinta de walkman. La única nota distintiva de la serie es la música de Tyler Bates, utilizada en los momentos épicos 
de la historia.








Digna y espectacular continuación.

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